Un joven abogado llama a su primer testigo al estrado, una señora bastante mayor a la cual se acerca y le pregunta, “señora María, ¿usted me conoce?”, la dama con tono de molestia responde, “si lo conozco señor Labarca, lo conozco desde que es un niño… Francamente confieso que usted ha sido una decepción para mi, se ha convertido en algo que no esperaba, engaña a su esposa, miente acerca de otras personas, manipula y extorsiona a sus clientes, se cree un don Juan y realmente no levanta ni el polvo, sí que lo conozco muy bien Sr Labarca”.
El abogado estaba sin palabras, sin saber qué hacer o qué decir miró al otro lado del salón y preguntó nuevamente a la señora, “señora María, ¿conoce a aquél abogado que está allá?, a lo que inmediatamente la mujer responde, claro que lo conozco, lo conozco desde que era un pequeñito y déjeme decirle que tampoco estoy muy orgullosa de lo que se convirtió usted, es flojo, déspota, egoísta, tiene problemas con la bebida y su práctica como abogado es de las peores en todo el estado”. En eso el juez llama a ambos abogados al estrado y en voz baja les dice, “ya escuché suficiente de la señora María y si alguno de ustedes se les ocurre preguntar si ella me conoce los meteré presos a los dos...
Mariel Salazar
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