miércoles, 15 de junio de 2011

La cotidianidad

        Esta vez me encontraba paseando por las coloniales y transitadas calles de la capital anzoatiguense, Barcelona, venía justo de comer en pleno  centro de la urbe y me encontré con un alboroto frente a los tribunales.
         Resulta que a una joven casi le roban su vehículo, y digo casi porque al percatarse de lo ocurrido comenzó a pegar gritos y un hombre que pasaba por el lugar atrapó al sujeto y lo pegó contra el suelo, que para la suerte de todos no estaba armado. De repente comenzó el desespero, el bullicio y el chisme de los entrometidos.

        El sujeto estaba muy bien vestido, de hecho no parecía ser alguien que necesitara robar.

        La joven lloraba y estaba sumamente nerviosa, lo único que deseaba y era irse, pero los curiosos le insistían que ella debía esperar a la policía, que según algunos venían en camino.

        Las autoridades al llegar se llevaron al muchacho y le pidieron los papeles a la joven, alegaron que el procedimiento sería dejarla ir, por su ataque de nervios y que cualquier inquietud la llamarían a su teléfono móvil.

        La pobre muchacha se encerró en su carro a llorar, sin más que hacer que esperar a alguien de su familia que la acompañara porque no podía manejar en aquel estado.

        Historias como estas ocurren a rato en cualquier ciudad de Venezuela, no te dejes engañar por apariencias porque hasta el más empintado puede ser el protagonista.

Ysabel Chópite

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