viernes, 3 de junio de 2011

El Can Demoniaco

Esta es la historia de…
    …Mi nombre es Filipo Monseñor, soy  cura de una vieja iglesia, donde vivimos varios frailes y monjas bajo mi tutela. Hace tiempo, un hombre un poco desaliñado y que a simple vista parecía un mendigo, me trajo un perro muy inteligente y lazarillo.
     La anécdota comenzó así: Como de costumbre, salí en plena aurora a regar las plantas y darle de comer a las gallinas, pues en la iglesia tenemos un corral. De la nada, un hombre de altura media, con cabello más o menos largo y alborotado de color marrón; se acercó al santuario en su burro y con varias bolsas. Lo que más me extrañó fue que llevaba una jaula. Lo primero que pensé era que quería venderme más gallinas, pero en vez de esto, llevaba un perro.
- ¿Pero no le da vergüenza llevar un pobre perro en una jaula en vez de 
llevarlo amarrado? Enseguida le dije al mercader.
- Mire, yo sólo quiero ofrecérselo. Es un perro muy raro, y ha tenido 
varios dueños, así que para terminar se lo he traído a usted.
- Y, ¿para qué quiero yo un perro? Ya tengo gallinas y plantas de las que 
ocuparme, no quiero nada más.
- Sí, pero yo se lo ruego, Padre quédese con él. Sólo usted puede cuidarlo.
      En vista de su insistencia accedí a quedarme con el animal, pero le deje entrevisto que si el perro me daba problemas, le escribiría una carta para que retornara por él. El hombre sacó un papelillo y anotó la dirección a la que debía mandar la correspondencia, y me lo entregó. Dicho esto, el hombre se alejó dejando allí al animal. 
     A la mañana siguiente, fui a darle comida al perro, pero al acercarme a él, el crucifijo que llevaba colgado de mi cuello también se le acercó, y el perro se puso a ladrarle. Pensé que era un poco raro, pero no le di importancia. Los siguientes tres días, pasó lo mismo, y al cuarto acerqué más el crucifijo al perro y este salió corriendo y ladrando.
   Enseguida le escribí una carta al mercader en la que decía:Querido Mercader:El perro es un poco extraño, cada vez que le acerco mi crucifijo sale corriendo y ladrando. Le agradecería que viniera lo antes posible. Así lo hizo, el mercader apareció al día siguiente y me explicó todo:
La verdad es que el perro es un poco raro, porque tenía un dueño, invidente, al cruzar la carretera, el perro se despistó y el hombre fue arrollado por un coche, e incluso el perro se comió partes del cuerpo del dueño. La segunda dueña, invidente también, se calló por las escaleras, y la última, estaba esperando al metro, el perro hizo un mal movimiento y la chica calló en la vía y fue descuartizada.
Al día siguiente, estuve convencido de que debía matar a ese perro, así que le eché veneno en la comida. Se la di, y el perro oliéndola dijo:
¡Ja ja ja! Me has pillado eh...

Francisco Millán


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